viernes, 6 de enero de 2012

Pienso demasiado, no bien ni mucho, sino demasiado. Eso quiere decir que voy de pensamiento en pensamiento sin entender el escalón anterior, voy subiendo una escalera cada vez más incomprensible ya que cada vez pierdo más la pista de cuál era el primer escalón, del cartel que me decía a dónde quería subir. Así he llegado a esta tontería que pongo ahora, por lo que no hará falta hacer genealogía ni buscar el origen, simplemente será algo arrojado.

La vida es estar en la brecha. En la brecha entre uno mismo y los demás, la soledad y el amor, la felicidad y la tristeza. Lo que suele decirse, la vida es lo que nos ocurre mientras hacemos otros planes, eso es. Si se piensa demasiado el tiempo de decidir pasa mientras se piensa lo que queríamos hacer.

Hacer planes sí. Por eso mismo, el entender que estamos en la brecha, quita importancia a todo lo demás, lo bueno y lo malo. Da nuestra circunstancia, la observación tiene carga teórica, si la dejamos a un lado, seremos epicúreos, o incluso buda. Así, las cosas simplemente pasan, no nos pasan, ni nos las hacen.

Quede esto así, deshilachado, huérfano, simplemente en la brecha, en la trinchera entre lo que queremos y aquello de lo que huimos.

domingo, 31 de enero de 2010

Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.

Quevedo

Que razón tiene Quevedo, y menos mal que es así. No tenemos que pedir cita, ni llamar por teléfono, ni ir a un café para hablar con Platón, ni con Diógenes el perro, ni con Descartes. Simplemente necesitamos un libro, y punto, nada más. En cierto sentido es algo egoísta, claro, pero nos gusta porque sólo dependerá de nuestra voluntad.

Por mucho que el autor no quiera -o, mejor dicho, no hubiese querido- podremos hablar con quienquiera que queramos, siempre que queramos, todo lo que queramos. Podremos conversar todas las veces que queramos con Maquiavelo, podremos sentarnos a escuchar la cólera de los héroes de boca de Homero, o de la musa, como se prefiera. Es un egoísmo puro, que por otra parte nos satisface enormemente, nos da el poder de manejar a nuestro antojo las personalidades más eminentes de la historia.

Es así como podremos ir, como abejitas, libando del polen de muchas flores, para hacer la mejor miel que podamos. Nos subiremos (por seguir con tópicos) a hombros de gigantes, o a hombros de enanos, qué mas da, el caso es que aumentaremos nuestro horizonte, podremos ver más allá cada vez.

¿No es algo maravilloso poder hablar con quien queramos, con doctos hijos de la Historia, cuando nosotros queramos? ¿No es increíble el saber que siempre tendremos con quien hablar? ¿No debiera esto desterrar el miedo a la soledad puesto que siempre tendremos una boca dispuesta a contar a nuestros ojos todo lo que escribió en su momento? ¿Y por si fuera poco, no es impresionante el poder pensar que poco a poco nos irán haciendo mejores, más ricos, más sabios?

jueves, 5 de noviembre de 2009

Plundering desire

Ha nacido un nuevo blog, por así decirlo, lo que ha nacido es una implicación, una expecativa de algo más. Un compromismo para que, periódicamente, escriba algo y lo publique, un contacto, algo que reconforta, un vínculo, un lazo.

Como dice Felipe (no diré cuál, está claro quién), "euriak irakurtzen ez daki, liburuek euria uxatzen dute", por eso creo que escribimos, sí.
Escribimos para ahuyentar lo que nos asusta, lo que nos hace rompernos el cráneo, lo que nos impide dormir. Por eso escribimos, sí, para reafirmarnos, para sentirnos más seguros, para agarrarnos a los renglones y poder ver a través de la seguridad que ellos nos dan. Las palabras no escritas son efímeras, cualquiera puede olvidarse, acordarse mal, desde el momento en que salen nos transmiten inseguridad, no sabemos siquiera si nos han oído bien.

Escribimos, sí, para fijar las cosas, que no haya lugar a la confusión, sabemos que si alguien tiene dudas puede volver a las palabras, una por una si hiciera falta, y leerlas. Son para nosotros como unas pirámides de Egipto, unas catedrales medievales, algo eterno, algo que, creemos, el viento del tiempo no podrá barrer jamás.

Además, se lo damos al mundo para que
nuestras palabras sean leídas, para sentir que estamos acompañados, para sentir un vínculo, un lazo, un nexo de unión, para sentir que tenemos un manto protector. Sí, por todo eso escribimos, y por mucho más, pero pero siempre estará a la base lo que hemos dicho, sí, por así decirlo un sentimiento de soledad, o si se prefiere, una necesidad de compañia.

Después de esta introducción, creo que he de aclarar el por qué del título: algo que me gusta leer (Escuchar: leer con los oídos. Escuchar con los ojos: Leer. Oralidad, escritura, qué más da son casi iguales (platon es el ejemplo), aunque su pervivencia sabemos que no es bajo ningún concepto la misma, y ése es precisamente el objetivo del blog), algo que me gusta leer -repito para no perder el hilo-, son las letras de The Smiths, por ellas he puesto este título al blog. The boy with the thorn in his side es la canción que tiene el título del blog, y esta joya:

And when you want to Live
How do you start ?
Where do you go ?
Who do you need to know ?

Es algo que el año pasado, me llegó directamente a los sentimientos. O al corazón. O a donde se quiera que estén. Me dieron unos renglones, unas letras con las que ahuyentar, alejar lo malo. Unas líneas que me dieron refugio y me hicieron sentir agarrado, me dieron compañía. Fueron una hoguera, me dio calor, ahuyentó las posibles fieras. En pocas palabras, cumplieron la función que les hemos asginado antes. La misma por la que escribimos blogs.